lunes, 29 de diciembre de 2008

NZINGA EN TIEMPOS DE GUERRA

Nzinga tenía un sueño y un fusil. A veces, cuando dormía, usaba su fusil para abrirse camino frente a los problemas que se alzaban ante ella, igual que si de murallas infranqueables se trataran. Aunque Nzinga no sabía qué era una muralla, pues nunca había visto ninguna, ni nadie le había explicado qué eran. Lo que sí sabía era que si utilizaba su fusil como si de una escalera se tratara, podría alzarse sobre ellas y superar los obstáculos que se plantaran en su camino.
A veces, cuando estaba despierta, Nzinga usaba su sueño para abrirse camino frente a los problemas que se alzaban ante ella, igual que si de enemigos infranqueables se trataran. Nzinga sí sabía qué eran los enemigos, pues siempre había visto muchos, e incluso nunca le hizo falta que nadie le explicara lo que eran. Lo que sí sabía era que si utilizaba su sueño como si de un fusil se tratara, podría derribar a sus enemigos, y superar todo lo que se plantara en su camino.
Otras veces, cuando dormía, Nzinga usaba su sueño como un sueño, y entonces todo era muy fácil, porque no había problemas como murallas infranqueables que se alzaran ante ella, ni tampoco problemas como enemigos infranqueables. Entonces, Nzinga no quería despertarse nunca, y deseaba con todas sus fuerzas permanecer allí para siempre. Cerraba fuertemente los ojos mientras dormía, para capturar el sueño por siempre, aunque ella no era consciente de ello, pero el sueño siempre se escapaba, y Nzinga siempre acababa por despertarse.
Otras veces, cuando estaba despierta, usaba su fusil como un fusil, y entonces todo era muy difícil, porque todos los problemas, murallas o enemigos, dejaban de ser infranqueables y se desvanecían entre el humo blanco azulado que retozaba desde el cañón del fusil, perdidos entre el sonido de trueno de cada disparo, olvidados entre el sabor áspero que la pólvora dejaba en su paladar si apretaba el gatillo demasiado tiempo. Entonces, Nzinga quería dormirse, y deseaba con todas sus fuerzas escapar de allí para siempre. Cerraba fuertemente los ojos mientras dormía, para dejar que se evaporara el mundo a su alrededor, y era consciente de que lo hacía, pero el mundo nunca se evaporaba, y Erina nunca acababa dormida.Nzinga tenía sólo doce años, aunque hacía toda una eternidad que su sueño y su fusil eran la única compañía real que la acompañaban día y noche en aquel campo de batalla que era toda su vida, y posiblemente nunca llegara a saber que existían otras cosas más allá de su mundo, su sueño, y su fusil

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